Cuentos de Mila


LA CREMALLERA
abril 17, 2020, 4:46 pm
Filed under: Uncategorized

LA CREMALLERA

Soy un cierre formado por dos tiras flexibles de dientes metálicos que une y desune una abrazadera, mi nombre es CREMALLERA.
Antes de nacer yo la humanidad se dividía en dos grupos:
ENVUELTA Y COSIDA
A la primera pertenecían los países cálidos que llevaban toga y telas sueltas para cubrirse, los países fríos intentaban ajustar al cuerpo lo más posible sus prendas, por lo que cosían las telas o las sujetaban con cuerdas.
Más adelante llegó la gran revolución con los ojales y botones de conchas marinas y porcelanas.
Pero fue un inventor sueco el que me patentó en 1914 y veinte años más tarde me utilizaban en ropa civil.
Y aquí estoy, de fácil acceso, sugerente… subo y bajo muchas veces, soy casi musical.
Con mi sonido advierto que algo va a comenzar o ha llegado a su final.
Si el ritmo es rápido y deseoso, el ambiente está excitado.
Si es lento y sensual, con un sutil traqueteo se da por finalizada la faena, cerrando las partes pudendas masculinas de la bragueta.
Aunque a veces me abro a traición, con timidez me advierte alguna atenta observadora…”Se te va a escapar el pajarito”…, pero generalmente soy de fiar.
Era en el ceñido vestido rojo de Pachuli con varias cremalleras repartidas estratégicamente por su cuerpo la noche de Año Nuevo, entre la algarabía de campananadas y uvas donde tenían puestos los ojos sus tres amigos.
Pachuli a sus sesenta años bien llevados, no era ajena a la agitación que despertaba las cremalleras de su vestido, lo había confeccionado repartiendo con habilidad las mismas en los lugares de singular interés y el resultado final era excelente.
La primera de ellas sugería, con los dientes metálicos abiertos a medio recorrido, maravillas imaginables en el hueco que quedaba entre el vestido y el pecho, las puntas que se entrelazaban cerradas despertaban deseo en las mentes calenturientas que le observaban embobados, todos deseaban tener entre sus dedos la abrazadera para desunir el resto.
No menos tentadora se presentaba la segunda compañera que unía las dos porciones carnosas del trasero subiendo por la cintura hacía la espalda.
Y por último, la más joven de las tres (por su tamaño más corto) instalada en la pierna derecha, parecía ceder por cada paso un diente e iba poco a poco abriéndose para que fuera apreciado el contorno del muslo parcialmente oculto.
Por su parte, Ramón, Román y Rumian los tres jubilados que atentos le observaban con las uvas en la mano izquierda en la plaza del ayuntamiento, no parecían muy concentrados en el reloj y sus campanadas de fin de año.
La artritis de Román hace años que le ha deformado los dedos de las manos, su torpeza con ellas es considerable, pero no es obstáculo para su propósito y voluntad de enfrentarse a los dientes de esas cremalleras a las que sino trata con destreza y suavidad le proporcionaran un buen mordisco.
Por su parte Ramón se encuentra indeciso. Era abuso su deseo de manipular la abrazadera ?… Deseaba tratarla con urbanidad y respeto, sería preciso pedir permiso antes a la Pachuli ?…una gran pancarta en la pared del ayuntamiento recordaba: NO, ES NO.
Rumian se acercó dos pasos más hacía ella, su vista ya no era la que fue en su juventud y su miopía le ocasionaba indecisión. Por cuál de las tres cremalleras debería dar comienzo ?…la del muslo parecía tener vida propia y estar compinchada con ellos pues la distancia entre las tiras flexibles iba en aumento.
Quedaban las otras dos.
Estaban los tres jubilados absortos en estos pensamientos cuando las campanas de las 12 anunciaron el comienzo del Año Nuevo, entre sus dedos las uvas fueron llevadas a la boca con precipitación, una a una intentando mascar y comer aprisa siguiendo el ritmo del tan…tan… ¡agotador!…algunas corrían por el suelo, los carrillos hinchados hablaban de las que se apelotonaban en la boca…y todo eso sin dejar de mirar a la Pachuli.
En aquella algarabía fue ella quien se acercó a los tres indecisos, los abrazó uno a uno mientras que sus labios con sabor a uvas maduras les estampaban en sus bocas un sonoro beso.
Y ahí quedaron los tres amigos y sus propósitos reducidos a la nada, ninguno de ellos movió su voluntad hacía lo que tanto les apetecía, tragaron entre hipos y toses las uvas, la abrazaron, y suspirando recordaron el buen rato que les había hecho pasar su imaginación y las cremalleras de Pachuli.
Hasta ahí habían llegado… y es que cuando está abierta la oficina pero el taller cerrado, no es posible realizar el trabajo proyectado ni aunque este consista en algo tan sencillo como tirar de una abrazadera para abrir unos dientes metálicos.


Deja un comentario so far
Deja un comentario



Deja un comentario